Dr. Manuel
Huanqui Hurtado
La
permanente y desafiante inquietud del hombre, nos está permitiendo llegar a
horizontes científicos de una cobertura sin precedentes, nunca antes intuida,
debido a que el dogmatismo imperante en los siglos que nos han precedido, nos
mantuvieron en un completo oscurantismo, que propicio la concepción de cosmovisiones
del mundo carentes de sustento científico y que el hombre se vio en la
imperiosa necesidad de acceder a dichas especulaciones, que nos han persuadido
insistentemente a que tengamos que admitir y adoptar una cultura de
resignación, superstición y miedo, y así ha transcurrido por muchos siglos la
vida del hombre, único actor y testigo de su propia historia.
Las
antiguas civilizaciones eran obcecadamente panteístas, que solo admitían
serenamente los designios naturales, que las admitían porque eran la
consecuencia de los ciclos y periodos del engranaje cósmico, y se resistían a
acceder a los caprichos humanos, que son susceptibles a cambios repentinos,
extremadamente sesgados y sin cobertura social, y que lamentablemente han
definido el destino de muchas etnias, algunas lideradas por personajes
insuflados de extremada insania, que han conducido a sus pueblos a reprochables
holocaustos; que el espectro de la historia los tiene codificados y los ha
condenado.
Algunos
grupos humanos aparentemente primitivos, desde épocas pretéritas se preocuparon
preferentemente en observar el comportamiento del cosmos y erigieron perfiles arquitectónicos y esculpieron
monolitos ecológicos de excelente
manufactura estética, a los que las adosaron infinidad de rasgos, líneas,
ángulos, curvaturas, escalinatas, representaciones zoomorfas y fitomórfas en
alto y bajo relieve y figuras geométricas asociadas a una singular iconografía,
y que ahora que están siendo escrutadas científicamente, se está conviniendo en
admitir, que se trata de observatorios y monitores del tiempo de singular
connotación y de alta precisión, y que incidió determinantemente en la actitud
que asumieron, debido a que la información que obtenían, les posibilito contar
con un sentido premonitorio del comportamiento de la naturaleza, a la cual se
debían, y se preparaban para aceptar y encarar sus designios.
Así,
como esta actitud referida al
comportamiento de la ecología, ligada estrechamente a la astronomía, hubieron
otras orientadas a infinidad de aspectos de qué hacer humano, pero, que fueron
la consecuencia de agudas reflexiones y tuvieron como sustento la infinidad de
vivencias que experimentaron, y que sabiamente las codificaron.
En
lo referencia a la actitud que asumieron algunos grupos étnicos, primero para
elegir a sus líderes, para luego concebir las normas, las reglas del juego,
para que exista la convivencia y armonía dentro del grupo social, inicialmente
la denominación recaía en el personaje que ostentaba los mejores atributos,
dueño de un equilibrio emocional digno de ser emulado.
Con
el correr del tiempo, fueron surgiendo por mérito propio, personajes que
asumieron su liderazgo, inicialmente fue el chamán, brujo, hechicero, jefe del
clan, para derivar con un mayor refinamiento en el emperador, el rey y
finalmente el presidente.
El
grupo requería de normas y principios que rijan el comportamiento del pueblo,
en el aspecto ético y moral, para ello se redactan normas, códigos, leyes,
constituciones, se adecuan las instituciones, se implementan los mecanismos y
eligen a sus representantes, para que asuman con responsabilidad el
cumplimiento de estos designios.
Los
grandes imperios redactan códigos, tablas de la ley, principios éticos y
morales, para que sus pueblos o súbditos se adecuan a ellos, para hacer
prevalecer su voluntad, pero que adolecen de cobertura social, y en nuestros
territorios se confeccionan las famosas kelkas y otras lajas de piedra, tablas
de arcilla cocida, ex profesamente elaboradas a las que les adosaron iconos
revestidos de colores, que encerraban un mensaje puntual, que representaba su
sincretismo cultural.
Nuestras
etnias que habitaron y habitan estos territorios de lo que fue el Gran
Tahuantinsuyo, hasta antes de la brutal invasión de los occidentales, nos
regíamos por principios éticos y morales de singular trascendencia y
connotación, sólo cuatro normas tenían la mayor cobertura social, el ama
llulla, no seas mentiroso, ama sua, no seas ladrón, ama kella, no seas ocioso,
y el ama malka, no seas deshonesto.
Para
someternos los invasores vienen premunidos del Derecho Español, que es una
proyección del Derecho Romano, sanguinario, prepotente, confiscatorio, e
inhumano y en nuestros territorios lo adecuan a sus intereses, y todos los
grupos étnicos nativos soportan impotentes esta intromisión del nuevo orden
jurídico, lo implementan con instituciones y personajes, para hacer cumplir el
imperio de la ley, y sin ningún reparo, despojan, y se apropian de sus bienes
materiales, como ya lo hicieron con extremada crueldad con los pueblos de los
entornos de Europa y del Oriente, que ostentaban otra cosmovisión
diametralmente opuesta, mientras que los nuestros eran eminentemente
comunitarios, los invasores eran obcecadamente individualistas.
En
el Perú la aplicación de este Derecho Inhumano, rige desde hace más de 500
años, y ha traído funestas consecuencias, cuya secuela de discriminación, odio,
xenofobia, aun la seguimos soportando, a tal punto que se está implementado de
un tiempo a esta parte, una cultura de resignación, miedo y muerte, que está
precipitando un espiral de violencia, que puede desencadenar en una eclosión
social que acabará definitivamente con los patrones del aparente equilibrio en
el que estamos viviendo.
Pero,
la filosofía, la jurisprudencia, la doctrina de estas normas que nos rigen y
que son de vieja data, cada día que transcurre van perdiendo vigencia, ante el
avance incontenible de la modernidad, y a la obcecada adicción que ya se tiene
a la tecnología de punta en la cual vivimos inmersos, esto está permitiendo que
el comportamiento del hombre y de su etnia, este derivando el clamorosas
distorsiones, por la actitud que está asumiendo en su diario transcurrir, y que
derivado a la esfera judicial, ya no es suficiente que un solo personaje
llamado juez, fiscal, magistrado, autoridad o tribunal, sea únicamente el que
delibere y emita una sentencia, que tiene que estar premunida de muchos
elementos de juicio, por la cobertura de complejidad que tiene el acto humano,
que muestra infinidad de aristas, estos personajes deben estar premunidos de
una centrada energía, porque muchas veces se omiten algunas referencias y
vivencias que son determinantes en la emisión de un veredicto, que define en la
mayor de las veces, no sólo el destino del hombre, sino de pueblos y continentes.
Hasta
hace no ha mucho, algunos elementos diagnosticados a los cuales recurría la
justicia, carecían de fundamento científico y otros eran increíblemente
ignorados, y que recién gracias a las investigaciones que asuman con inusitada contundencia, y que son las que tiene que
definir el destino del personaje al cual se le va a procesar, o se le está
procesando y muchas veces la sentencia que emiten los que están investidos con
los poderes que les concede el estado para hacer cumplir sin mudas ni murmuraciones
la contundencia de la ley, carecen de un sustento vital, donde el sentido
común, que es el más común de los sentidos debe primar, y que las antiguas
civilizaciones ostentan fondosa doctrina y experiencia al respecto.
Durante
muchas décadas hemos admitido, por una inexplicable resignación, la importación
de un derecho tradicional, consuetudinario, que ha se ha hecho clásico, pero
felizmente desde los últimos años del Siglo XX, asistimos a la era del Derecho
Genético, que está rompiendo todos los esquemas tradicionales, en el que
estamos inmersos todos los miembros de una comunidad, pero lo inaceptable es
que algunos obcecados personajes, aún pretenden y tratan de mantenerlo vigente,
actitud que es preocupante, poco decoroso y equitativa, debido a que se está
derivando a decisiones que muestran clamorosas distorsiones, con una secuela de
injusticia que está generando inestabilidad social y descontento por los
veredictos que se dan algunos por demás incoherentes.
Quiero
confiarles algunas de esas vivencias y experiencias, que nos brindar valiosas
referencias que deben ser motivo de reflexión.
Hasta
no ha mucho, cuando se recurría al Juez solicitando se le otorgue la filiación
ilegítima de un hijo que había concebido la madre, y que el padre aduciendo una
serie de pretexto se negaba a reconocer. Ante este trance recurría a la
autoridad pertinente, que en este caso es el juez, y con la investidura que
ostenta, recibe el petitorio y en nombre de la ley, le concede la paternidad o
se la niega.
Pero,
muchas veces las pruebas que se ofrecían, por parte de la que quería su
reivindicación, y el acopio de las mismas por parte de la autoridad, eran poco
convincentes y carentes de sustento científico, como por ejemplo: una carta de
amor, una fotografía donde posaban juntos, testigos que los vieron conversando,
etc., etc., y con estos elementos diagnósticos y otros más muy sesgados, se le
endilgaba la paternidad solicitada.
Ahora,
para encarar, superar o resolver cualquier petitorio, reivindicación, resolver
algún diferendo de filiación, que siempre se suscita en la comunidad, ya no se
puede aplicar a raja tabla la legislación que nos impusieron los occidentales,
debido a que aún nuestra serías incoherencias, y carecen de cobertura social.
Felizmente, la ciencia en su avance incontenible y gracias a la participación
de destacados investigadores, que están decantando todos los elementos
diagnóstico que no ostentan fundamento científico, y que ahora esas sentencias
emitidas hace muchos años, están siendo cuestionadas, donde se advierte
nítidamente inaceptables injusticias, que han sido los detonantes para la
disgregación de grupos étnicos que ostentaban unidad genética, étnica y
cultural.
Ahora
para otorgar la filiación, se recurre al aporte genético, que es continente e
irrefutable, primero saber si la mujer o el hombre puede concebir, y si el
personaje al cual se le solicita su paternidad está apto o no.
Pero,
lo más complejo del drama humano, consiste en tipificar los actos y
comportamientos de la persona, en especial el que va a derivar a la esfera
judicial, y cuál debe ser la persona designada por su formación profesional o
mística jurídica, que tendrá a su cargo la ventilación de un caso puntual y si
ostenta la investidura y moral suficiente para determinar, si uno es inocente o
culpable, cuando es requerido.
Recuerdo
aún las disertaciones de mi profesor de Derecho penal Dr. Julio Cesar
Morriberón, en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad Nacional de
San Agustín, por los años de la década de los sesenta del siglo pasado, y que
en ese entonces la tipificación del hombre delincuente (Homus Delincuente),
estaba claramente influenciada y de acuerdo a la Doctrina de esa época, que
para tipificar al delincuente por los hechos que había cometido, estaba
sustentado por la teoría de que el delincuente en su constitución somática y
antropológica, poseía la fosita Lombrosiana, y por esta razón procedía como
tal, y como ustedes conocen hasta la sociedad, estas especulaciones y doctrinas
han sido superadas de plano, y que son otros aspectos los que inciden en la
comisión de un delito, y que ahora son más complejos de tipificar en las
sociedades modernas, donde convergen infinidad de gestos, comportamientos
tradiciones, supersticiones, traumas, deseos reprimidos, ansiedad, megalomanía,
insania, egolatrías, y que inclusive los actores no son solamente de sexo
masculino y femenino, ahora hay que sumar los transexuales, los gay y las
lesbianas, etc., etc., aspectos que convergen, persuaden, inciden, influyen en
la comisión de un acto delictivo, y que consecuentemente merecen una sanción.
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