Escribe Manuel
Huanqui Hurtado.
Doctor en Arqueología.
Inspirado
en la trascendencia de nuestra heredad,
que en la era digital en la que
vivimos inmersos adquiere especial connotación, y gracias a la complicidad de
los científicos de la nueva generación quienes recurriendo a una sinergia sin
precedentes, ya tienen codificados en
excelentes memorias de gran cobertura y alta resolución las cifras y datos que se han rescatado de
infinidad de yacimientos del pasado, donde el hombre que nos ha precedido ha dejado su huella imborrable de todo lo
material e inmaterial que ha concebido y que está siendo desvelado recurriendo
al gen y al átomo y cuyos resultados están causando asombro en la consenso de la
cultura universal.
Pero,
cuando por razones de mi obcecado amor por el pasado, vuelvo al escenario de la
cueva prehistórica, ingreso con profundo
respeto y premunido de especial mística y devoción que estos ambientes
nos deben merecer.
Nunca
me imaginé que la primera sesión solemne
del hombre que nos ha precedido,
despojado de toda parafernalia innecesaria y que en sus noches de meditación y
reflexión recurriendo al alumbrado de un
simple candil que apenas contrastaba con la oscuridad, este acto nos iba a
iluminar con una proyección sin precedentes.
Desde
esos tiempos que largamente sobrepasan los 100,000 años se han suscitado
grandes cambios cualitativos y cuantitativos del cual hoy disfruta la
humanidad.
De
la cueva prehistórica hemos derivado al hotel más lujoso del mundo, de las
señales de humo a la vía satélite, de la punta de proyectil de manufactura pétrea a las armas biológicas, del quipu a la
computadora, de la pintura rupestre al offset, del grito al lenguaje
articulado, del tatuaje al maquillaje,
del ícono a la diversidad de escrituras con las que se comunica el hombre, de la imaginación al video, de la
telepatía al teléfono celular, de la magia a la ciencia, del haya huasca al
psicoanálisis, del sentido común al
derecho, del salvajismo a la civilización., etc.,
etc., y para desplazarse de un ambiente a otro que en los primeros años
que fue lento pero seguro, hoy recurre a vehículos que están por alcanzar y
superar la velocidad del sonido.
El
actor de nuestra única historia, después de superar su obligado sedentarismo
donde habitaba en la cueva prehistórica,
para cambiar este trance comienza su peligroso nomadismo, y cuando la
etnia requiere de estabilidad, inicia su
precario sedentarismo en todos los ambientes que le brindaban los más mínimos
pero vitales recursos para su
sobrevivencia, es así como nacen las aldeas, luego los pueblos, donde prevalece
aún el paisaje humano y su unidad
étnica, o genoma social, con él
inevitable devenir del tiempo se fundan las ciudades donde la concentración de
diversidad de grupos portadores cada uno con su genoma social y tratan de convivir, pero inevitablemente
ya se advierte una promiscuidad genética, que influye en la distorsión del
fenotipo, biotipo y genotipo que dará origen a la odiosa discriminación tomando
como pretexto el pigmento que derivará
en xenofobia y los complejos de superioridad que van a incitar a las guerras de todas las modalidades, pero
su sustento vital es la ambición de apoderarse del patrimonio de los pueblos
que la ostentan , pero que tienen otra cosmovisión.
En
este decurso, se advierte que ciudades algunas de milenaria data, como
consecuencia de la explosión demográfica en que
vivimos inmersos se van configurando las urbes, para culminar en las
grandes megalópolis que albergan a
millones de habitantes con aparente confort, y es donde pululan todas las
etnias de todos los pigmentos y donde
muy sutilmente se escenifican pugnas
donde los complejos juegan papel decisivo y que está minando la integración de los
pueblos en especial el complejo de superioridad, tomando como pretexto el pigmento y la
estatura para imponen sus designios, y
para lograr este objetivo implementan instituciones y leyes
a la medida de su ambición, liderados por personajes proclives a acceder
designios maquiavélicos.
Los
últimos 2,000 años han sido determinantes para definir la actitud que está
asumiendo el hombre, en procura de lograr especial protagonismo y hegemonismo, algunos
hábilmente recurren a las guerras para imponer los designios de los poderosos,
pero las que nos han precedido especialmente la última conflagración mundial ha
sido monstruosa e inenarrable por el costo humano que ha cobrado, y donde la
crueldad y la paranoia nos ha mostrado su rostro más cruento.
Los
continentes con fines geopolíticos los han tipificado por el pigmento que
ostentan, Europa representa el continente blanco, al África como el continente
negro, en el oriente ubican al continente amarillo, la India como el continente
oscuro, y América como el continente cobrizo, cada uno de estos conglomerados
humanos con su fenotipo, genotipo y biotipo bien definido que los identifica y que
está refrendado por sus genes y sus memes.
Pero,
desde siempre nuestra especie, ha vivido permanentemente en constantes pugnas
por hacer prevalecer sus complejos en especial el de superioridad para que
prevalezca su paisaje humano y en
pleno Siglo XXI se está acentuando esta
controversia.
De
ese minúsculo grupo que inició la aventura del hombre en la cueva prehistórica,
hace miles de años ahora somos más de
7,000 millones de seres sobre el planeta tierra, pero, pese al aparente
progreso el hombre no ha tomado
conciencia que el recurso vital que es el agua se está agotando y continentes
enteros morirán de sed, las guerras modernas cuentan con la complicidad de
sofisticada tecnología de punta que si bien es cierto está diezmando pueblos
enteros del tercer mundo, pero el porcentaje que se inmola es ínfimo, a pesar
que la vía satélite nos trae la imagen viva de la muerte, esto no
incita y no los llama a la reflexión a los dueños del mundo que se han
tornado insensibles e indolentes, hasta los dioses ya están claudicando ante su
poder, y pueblos enteros claman a sus deidades compasión y ayuda y nadie los escucha.
El
costo de las guerras que nos han precedido en lo material, en tecnología bélica y en el aspecto humano supera todos
los guarismos, además hay que remarcar que han inmolado a gente inocente y de
la otra, y el fondo de los mares esta
colmatada de chatarra bélica.
La
incontenible explosión demográfica que está rompiendo todos los equilibrios,
está obligando a que los dueños del planeta asuman actitudes maquiavélicas y
esta es la razón por la que ya han
iniciado las guerras invisibles donde el costo material en lo bélico, no
superara a las anteriores confrontaciones, y para frenar progresiones de
poblaciones del tercer mundo están rociando bacterias, virus, microbios y no hay vacunas suficientes
para menguar en algo este sino, la
desnutrición y el hambre se está
convirtiendo en otro jinete del apocalipsis, la paranoia, el stress, la
diabetes, el cáncer, la hipertensión, el miedo están creciendo en porcentajes
alarmantes sumado a la contaminación, la sobreexplotación de los recursos
naturales que están rompiendo todos los equilibrios que la capacidad de
resiliencia ostenta de los ambientes
que antes protegían a pueblos y continentes .
En
las grandes megalópolis a diario se libran batallas desiguales entre los hijos
de la ubre y los hijos de urbe, donde se advierte la competencia de quién adquiere lo más sofisticado que la
tecnología concibe y los adquiere
cualquiera sea el costo, para marcar la diferencia y donde la
computadora lo está robotizando e insensibilizando al hombre y se está
postergando definitivamente el diálogo sincero y ameno del gesto y el mimo del
que disfruto el hombre prehistórico en su primera sesión solemne que mantuvo en
la cueva que le sirvió del albergue natural.
Ya estamos
llegando a límites inadmisibles. Es cierto que estamos viviendo, en el mejor
momento de la historia y que los logros del hombre han superado la imaginación
de Julio Verne y H.G. Wells, pero también tenemos que reconocer que estamos
viviendo en el peor momento porque estamos a expensas de que algún paranoico
presione un botón y se desencadene el
apocalipsis que ya está cerca, y con
esto desaparezca todo lo que intuyó y concretó el hombre de todos los tiempos,
a no ser que ya se tenga digitado
conquistar otros mundos mejores que el nuestro, y que es posible.
Pero
no conformes con estas guerras invisibles los estrategas de la geopolítica están
intuyendo otras guerras que diezmaran a dioses y hombres por los
siglos de los siglos amen. Así sea.
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