jueves, 9 de marzo de 2017

Del derecho tradicional, al derecho genético parte II


Dr. Manuel Huanqui Hurtado

Al respecto existen viven­cias y actitudes del hombre, que han ocurrido en las difer­entes etapas de la historia, las que están codificadas y men­cionaremos algunas que se han suscitado y las hemos es­crutado, hechos que nos invitan a la reflexión, y que nos han preocupado como es el caso, de que hace no ha mucho, cuando un próspero industrial europeo, que había conformado un familia dentro de los patrones establecidos, y con el correr del tiempo su esposa concibió una niña, pero, estos personajes que tienen a su merced un buen potencial económico y por esta razón pueden acceder a todos los seguros, cuidados, asistencia y chequeos perma­nentes, le diagnosticaron al esposo, pese a su juventud, un cáncer a la próstata, y que le daban un margen suficiente de tiempo, como para que él tome las precauciones y decisiones pertinentes, premu­nido de un gran sentido de proyección genética, porque dicho de otra manera, este prominente industrial, ya tenía fecha de vencimiento para seguir viviendo, y ante este anuncio había que tomar una decisión sobria y serena.

De inmediato  la primera actitud que realizó, era hacer su testamento para peren­nizar su voluntad en lo que a su patrimonio se refiere, declarándola heredera universal de todo lo que ostentaba a su esposa e hija, y para prolongar su proyección genética, concurrió al banco de semen y depositó la proporción de­bida. Transcurrió el tiempo que en estos casos es inex­orable, sucedió lo previsto, fal­leció el próspero industrial.

Después de un tiempo pru­dente, la esposa decidió con­cebir un hijo más, para, asegurar su proyección genética y consecuentemente la protección de su patrimonio, para lo cual concurrió al Banco de Semen a solicitar la dosis en la proporción que precisaba, para que le practiquen la in­seminación, pero, el representante del Banco le manifestó que no era procedente, debido a que el único que podía disponer era el titular, pero, lo paradójico del caso, era qué él estaba muerto.

Amparada la viuda en el Derecho que le asistía, porque era dueña del patrimonio de su esposa, recurrió a las in­stancias respectivas, y con la concurrencia de especialistas de alto nivel, y en apoyo al derecho tradicional que muestra serias limitaciones, de­spués de sincronizar todos los elementos diagnósticos, pre­via sinergia, logro la autor­ización para que el banco le haga entrega de la dosis del semen que precisaba, el mismo que con los cuidados respectivos la esposa se lo hizo inocular para concebir al nuevo hijo.

Transcurrió el tiempo que los designios de las leyes nat­urales y biológicas le concede para la concepción del nuevo ser, que generalmente son de nueve meses en condiciones normales, y ocurrió lo que tenía que suceder, nació el nuevo ser en óptimas condiciones, pese a la orfandad ma­terial del padre, presurosa y premunida de singular alegría la viuda, concurrió a la institución que por ley está en la im­periosa obligación de inscribir a todos los seres que nacen en un área determinada, portó la documentación necesaria para lograr la inscripción de su hijo, con la filiación respectiva que le correspondía, y que desde antes de nacer ya está protegida, porque el amparo al nuevo ser, conlleva una cobertura de imprevisibles proyecciones, que el derecho genético, ya los está intuyendo y codificando, porque ahora y en el futuro en este campo de la biogenética, ya se están presentando infinidad de  casos, donde concurren mu­chos aspectos que permanecen ignotos anta la in­sensibilidad de las autori­dades.

Pero, a la viuda, se le pre­sentó otro aparente escollo, y era que no lo podían inscribir al recién nacido, porque el único autorizado era el padre, máxime si ostentaba una par­tida de matrimonio legal­mente constituida, y una de defunción de su esposo, y que ya había transcurrido más del tiempo que le concede la biología a la nueva gestación, pero felizmente la ciencia y el criterio de los nuevos espe­cialistas, con los que había su­perado con criterio científico el primer trance narrado con anterioridad, las autoridades se negaban admitir dicha In­scripción, debido a que argüían de cómo el padre que estaba muerto, y que había transcurrido largamente el tiempo de la gestación, podía concebir un nuevo hijo, era más que imposible acceder a dicho petitorio.

Se tuvo que recurrir a otras instancias y pedir la participación de personalidades en el campo de la biogenética, conocedores de la proyección y la connotación de los genes, y gracias a este significativo aporte, obtuvo el veredicto fa­vorable, y fue inscrito con el apellido del padre muerto y de la madre viva en los registros que para estos fines se ha implementado.

Pero, en este mundo, donde de repente la mod­ernidad se nos presenta en forma inusitada, nos da opor­tunidad de vivir y experimentar con estas y otras viven­cias y ocurrencias, que des­bordan los patrones clásicos del derecho y que es men­ester diagnosticar seria y ser­enamente. Cuántos de estos casos ocurren a diario, donde se conculcan y niegan legítimos derechos, que generan deseos reprimidos y nos con­ducen a cometer actos controversiales, a tal punto que cada uno de nosotros esta­mos en tela de juicio, de nuestra paternidad, si recurriéramos al derecho genético.
Este mundo humano, multigenético de más de 6´300.000,000 de seres, que habitan nuestro planeta tierra, que cada uno ostenta su propia impronta, que profesan diversidad de sentimientos religiosos, que ostentan variados pigmentos y hablan innumerables dialectos e idiomas, y son regidos por normas y convencionalismos, algunos de vieja data y otros casi recientes y que han sido el sustento para elaborar la nueva filosofía del derecho, con un sesgo eminentemente maquiavélico e individualista, y les han impuesto sus de­signios a los pueblos sometidos, poseedores de genes y memes (') sólidos y de gran cobertura social. Y estos se creen aparentemente  superiores, y que convergen por diversos motivos en las grandes megalópolis, y que fácilmente son absorbidos por la misma, y van perdiendo identidad. Y se adaptan a la modernidad, donde la efervescencia social, precipita un deterioro material y espiritual, y en estos espacios geográficos, se instauran e implementan instituciones para regir el orden público, carentes de sustento cultural, social y étnico y que en vez de lograr su integración, se advierte una clamorosa disgregación de pueblos que genéticamente y tradicionalmente tienen un mismo origen y afinidad de milenario ancestro.

Ahora, el panorama que se advierte en las sociedades modernas, en lo referente a la modalidad de administrar justicia, está seriamente cuestionado, por la actitud que están asumiendo, porque el acto humano es sumamente complejo, conociendo plena­mente que el comportamiento de cada etnia es completamente diferente a la otra , si se tiene en cuenta, que cada persona, es la consecuencia del sincretismo de su etnia que le concibió y durante su evolución social, la comunidad le fue adosando, infinidad de vivencias, experiencias, supersticiones, normas de conducta, convencionalismos, principios éticos y morales, patrones estéticos, y que en algunos casos se advierte caprichosos sesos, y que en variadas circunstancias, se ha constatado  que lo que es moral que para un grupo determinado, es amoral para el otro, que la poligamia es admitida y plenamente en unos grupos sociales, y otros admiten la monogamia que para muchos es seriamente cuestionada, por los que viven en el límite de la promiscuidad, y que ésta su misión o imposición por parte de su grupo, y que paradójicamente son los que conviven en las grandes urbes, donde se va perdiendo consistencia étnica, porque asistimos a un proceso de deterioro biológico que está minando peligrosamente el aspecto genético, y cuyas actitudes está vulnerando la unidad familiar, que incide y precipita a que ciertos personajes asuman actitudes reprochables, que mejor sería que tácitamente los miembros de la familia aceptasen muy sutilmente la poligamia  y evitar esas actitudes poco decorosas en su comportamiento, las que en la mayor de las veces llegan a ventilarse en los tribunales de justicia, con relativo éxito.

Y estos gastos y actitudes propician odios y rencores en el seno de la familia, que deterioran y lesionan la intimidad del grupo, que derivan en actos irreconciliables. Donde hasta la justicia divina, se muestra impotente para lograr nuevamente la integración de la familia, con mucha más razón si se recurre a la justicia humana, que adolece de serias limitaciones.

En estos momentos de crisis que vive nuestra dolida humanidad, y que la actitud, que están asumiendo algunos grupos étnicos, ha desbordado el límite de lo normal y lo prudente, y que aparentemente pareciera que todo el aporte de la tecnología de punta, que debiera servir para que la globalización a la cual estamos ingresando, contribuya en algo para amenguar este sino, y que todo este universo de aportes debiera servir de elementos diagnósticos, y sean atenuantes, para lograr la paz y la armonía que tanto anhelamos, cada día que transcurre, afloran diversas modalidades delictivas, que no estaban codificadas, y por esta razón carecen de filosofías y doctrinas, y que la jurisprudencia  no estaba preparada para tipificar estos actos que se cometen y que son la consecuencia  de convivir en las grandes megalópolis, donde pululan millones de millones de millones de seres, cada uno ostenta su propia intimidad étnica, como consecuencia de su cosmovisión, tradiciones, idiomas y pigmentos que poseen pero que es el producto de una progresión incontenible y como resultado de esta convulsión humana, ya se advierte una creciente promiscuidad genética, biológica y cultural, y en cada barrio, avenida, institución, centro educativo, y en el mismo seno familiar, se advierte la convergencia de personas portadoras de males biológicos y psíquicos, amén de vicios cargados de intensa emotividad y que ante cualquier estímulo que sirve de detonante, se escenifican actos de extremada crueldad, donde el acto humano se desfigura al extremo de lindar con el delito, por la secuela de la proyección que conlleva.

Cada segundo del reloj de la vida que transcurre, se cometen millones de actos delictivos, los tribunales están abarrotados de expedientes, cada día desfilan ante los tribunales delincuentes e inocentes, donde la influencia y don dinero, en la mayor de las veces define el destino de prontuario o inocente, las cárceles están tugurizadas porque se advierte extremado hacinamiento de reos y en un tiempo no muy lejano presenciaremos el desborde humano, y en esos antros de reclusión se están fermentando e incubando nuevas formas delictivas, y donde se están digitando los mecanismos para lograr su ansiada libertad, u obtener una aparente inocencia, y se está llegando al extremo y el colmo de que estos gestos y actitudes, están siendo consideradas como doctrina y filosofía de la nueva era, donde la violencia muerte y el descontrol, sumado a la insensibilidad de nuestra sociedad, no está mostrando su rostro más cruel con los cuales ya nos estamos familiarizando.

Estas escenas del gran teatro del mundo, me persuaden a rememorar un pensamiento del libro “El erial” de Constancio C. Vigil, que cuando era niño me obsequio mi padre, y en una carta que le dirige a un presidiario le dice: Estas palabras van dedicadas a ti, que estas cumpliendo una condena detrás de rejas, a lo mejor por un delito que no lo has cometido, pero debes comprender que por las calles de las grandes urbes, están caminando personas libremente, pero, que están purgando penas por los delitos más ocultos.

La progresión de la onda delictiva, supera a todas las que nos han precedido, y donde la corrupción está adquiriendo personería jurídica, ante el asombro de la comunidad, que se siente impotente para frenar este atentado a la dignidad humana y a la honestidad y honradez.

Esto me recuerda de una vivencia, que hace muchos años ocurrió en un pueblo de México, una pequeña comunidad que vivía en una atmósfera de paz y tranquilidad, que felizmente no estaba contaminada con las doctrinas venidas de allende los mares. Un día su tranquilidad fue interrumpida por el acto desleal de un delincuente, la comunidad en pleno condeno dicho acto, y aprendió al indeseable, y lo llevaron a la plaza pública para ajusticiarlo ejemplarmente, el clamor popular era darle la pena de muerte para que sirva de escarmiento.

Pero, había que elegir quién sería el encargado de ejecutarlo, para ello hubo consenso y decidieron que el único que reunía todos los atributos, era Don Simón, el veterano del pueblo, el más honesto, el más honrado, el ejemplo de pulcritud, el que dirimía sabiamente todos los diferendos de la comunidad. Le comunicaron de su decisión, lo citaron a la plaza pública donde los tenían amarrado al indeseable y ante los valores de muerte al delincuente, procedió con un hacha a darle de machetazos contundentes hasta lograr apagar el último hábito de vida, luego le dieron sepultura. Don Simón el honorable personaje, había hecho justicia el nombre de su comunidad.

Pasaron unos días y los miembros de la policía federal, enterados de los sucedido, lo fueron a buscar y lo detuvieron, lo esposaron y lo condujeron a los tribunales de la gran ciudad, de la gran urbe, de gran megalópolis y los magistrados premunidos de toda la jurisprudencia, embestidos con los atuendos que los personifica, después de las deliberaciones, ciñéndose a las doctrinas y filosofías trasplantadas que ostentaban, optaron por emitir una sentencia, felizmente que por especial designio y una singular coincidencia, no lo condenaron a muerte, sólo le dieron 25 años de prisión, por haber cometido el crimen con saña, premeditación, astucia, ventaja, alevosía, ignorancia, comportamiento atávico, etc., etc., etc., y don Simón, ante el asombro de su comunidad, fue a parar  tras las rejas y estaba purgando una condena que no se la merecía.

Por una especial coincidencia, un destacado estudioso de la Antropología Cultural, que también era un prominente abogado, revisando expedientes de causas juzgadas, se enteró de este caso e intervino de inmediato y con fundamentos contundentes, logro su libertad, sustento su defensa con el único argumento, que él había realizado ese acto por mandato de su comunidad. Tácitamente les hizo consentir, que él había hecho, lo que salvando las distancias estaban haciendo con él, lo que los magistrados en los tribunales realizan para impartir justicia, pero con argumentos más sólidos.

Cuanto nos falta aprender de doctrina jurídica, hace falta la contribución de toda la comunidad, antropólogos culturales y físicos, genetistas, psicólogos, médicos, abogados, etnólogos, arqueólogos, folclorólogos, historiadores, biólogos, astrónomos, etc., etc., etc. Recurrir a la sinergia con criterio transparente para ventilar cualquier caso, y emitir una sentencia justa.

Y apoyados por una cultura teatral, y con la concurrencia de actores que nos vuelvan a escenificar esa serie argentina de la televisión intitulada COSA JUZGADA. Que consistía en seleccionar casos que estaban archivados, como el que hemos narrado y llevarlo al consenso del público, para que se den cuenta de todos los actos injustos que se cometen, en nombre de la justicia.

Nota: En otras entregas trataremos aspectos relacionados, a la actitud de los hombres que son víctimas de la modernidad y la promiscuidad material y espiritual que se vive en las grandes megalópolis, donde se están perdiendo todos los valores éticos y morales.

 (*) Memes. Es el moderno concepto de cultura, los memes, constituyen las memorias colectivas de todas las etnias, que durante milenios han concebido: convencionalismos, reglas de juego, principios morales y éticos, costumbres, supersticiones, símbolos e íconos, manifestaciones de arte, música y danza, gestos, etc., etc., etc., que eran los elementos constitutivos de la integración genética, étnica y cultural. (Revisar página web, Artículo “Los Genes y memes de la Cultura Andina”).

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